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La heróica contribución de los pueblos norteños a la causa de mayo: El éxodo jujeño.



 

Malvinas

Óleo de autor anónimo (Mediados del Siglo XX) que se exhibe en la Sala del Éxodo Jujeño
del Museo Histórico Provincial “Juan Galo Lavalle” (San Salvador de Jujuy).


La llamada “Tacita de Plata” fue fundada –luego de dos intentos malogrados– un lunes de Pascua de Resurrección, el 19 de abril de 1593, con el nombre de “San Salvador de Velazco en el Valle de Jujuy”. Su nombre unía el del patrono bajo cuya protección se ponía a la ciudad –el santísimo Salvador–; el de Juan Francisco de Velazco, gobernador intendente de Salta del Tucumán, quien había dado la orden, y el lugar donde se erigía la ciudad, el “Valle de Los Jujuy”.

La ciudad de San Salvador de Jujuy, en ese entonces, formaba parte de la Intendencia de Salta del Tucumán, y su jurisdicción abarcaba la Puna, la Quebrada, los Valles y las Yungas. Contaba con una población de aproximadamente 3.500 habitantes, distribuidos en el campo, en las grandes fincas y en pequeños poblados.

Como consecuencia de la derrota patriota en la Batalla de Huaqui, el 20 de junio de 1811, Belgrano, quien se encontraba en misión militar en la Villa del Rosario, fue nombrado como el cuarto general en jefe del Ejército Auxiliar del Alto Perú, designación que dio inicio a la segunda Campaña al Alto Perú.

El 26 de marzo de 1812, en la Posta de Yatasto (160 kilómetros al sureste de la ciudad de Salta), recibió, de manos del brigadier general Juan Martín de Pueyrredón, los restos de una fuerza militar –unos 700 hombres– disminuida, desorganizada, desarmada y, lo más preocupante, desmoralizada.

Inmediatamente, Belgrano se dirigió a Jujuy, donde estableció, con sus pocos recursos militares disponibles –unos escasos 400 milicianos–, un perímetro defensivo, y luego instaló su cuartel general en Campo Santo (a 50 kilómetros al noreste de la ciudad de Salta). Se trataba de un pequeño poblado donde funcionaba un importante ingenio azucarero que producía azúcar en pilones, para comercializar en el Perú. (Esto nos da una idea del valor económico de la región).

Desde el principio, Belgrano impuso una reorganización estricta, que abarcó todos los campos de la conducción militar:

- Para el área de Personal y Bienestar, creó un hospital de campaña y un tribunal militar.

- Para el área de Logística, adoptó las medidas para asegurarse el abastecimiento de alimentos, uniformes, caballada y movilidad, pólvora y armas de fuego y blancas.

- En el área de Operaciones e Instrucción, movilizó reservas, reorganizó las tropas de Infantería, Caballería y Artillería, y, con la finalidad de mantener un constante contacto con las tropas realistas, creó las compañías de guías y de cazadores (nuestros actuales baqueanos y elementos de exploración).

En este proceso de reorganización, se debe destacar la creación, con el apoyo de su 2do comandante, el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, del Escuadrón de Caballería Gaucha “Patriotas Decididos”, integrado por jóvenes de entre 18 y 30 años, cuya actuación resultaría decisiva para los acontecimientos posteriores.

No obstante estas importantes y necesarias medidas militares y logísticas, sus acciones principales estaban destinadas especialmente a ganarse el apoyo de la población y a cambiar la imagen “jacobina” que, por algunas desacertadas decisiones políticas que afectaron la sensibilidad religiosa y tradicional de los habitantes norteños, los conductores políticos y militares de la primera Expedición Auxiliadora al Alto Perú habían dejado. Para ello, el 25 de mayo de 1812, con motivo del segundo aniversario de la Revolución de Mayo, celebró, con su nuevo Ejército y la población civil, en la catedral de la ciudad de Jujuy y con todo el protocolo real, una solemne ceremonia en la que presentó e hizo bendecir por el canónigo Juan Ignacio Gorriti y, finalmente, jurar por primera vez la reciente Bandera Argentina, creada el 27 de febrero de 1812 a orillas del Paraná.

A comienzos del mes de junio, el coronel mayor Belgrano recibió tres comunicaciones del Ejecutivo en Buenos Aires:

- 1ro, el despacho con su ascenso al grado de brigadier (general).

- 2do, una nueva amonestación –la segunda– por las atribuciones tomadas respecto de la creación y el uso de la Bandera creada en la Villa del Rosario, en las costas del Paraná.

- 3ro, la imperativa orden (firmada por dos de los tres triunviros, pero refrendada por el poderoso ministro Rivadavia) de replegarse con su ejército hacia la ciudad de Córdoba, previo paso por la ciudad de Tucumán, para requisar armamento y levantar la fábrica de armas que allí se estaba instalando.

Esta última orden significaba abandonar a los pueblos norteños a merced del enemigo, y el Gobierno Superior Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata (conocido históricamente como el “Primer Triunvirato”) la impartía porque consideraba imposible resistir al Ejército Real del Alto Perú, que, a órdenes del brigadier Juan Pío Tristán, avanzaba desde Suipacha, con un efectivo de 4.000 hombres.

A pesar de no estar de acuerdo con la orden impartida, Belgrano, el 29 de julio de 1812, dictó un bando que disponía la emigración del pueblo jujeño:

“Pueblo jujeño –escribía– la Patria les reclama un gran sacrificio: Abandonar la ciudad y las fincas, quemar los campos sembrados, arrear los animales. A los ojos del español invasor, sólo debe quedar tierra arrasada”.

El 23 de agosto de 1812, abandonaron la ciudad las autoridades del Cabildo y los últimos habitantes.

El escuadrón de los “Patriotas Decididos”, al mando del mayor general Eustoquio Díaz Vélez, hasta entonces vanguardia, encargado de observar los movimientos de Pío Tristán, se transformó en retaguardia.

El general Belgrano permaneció en Jujuy hasta la media noche de ese día, cuando le comunicaron que las tropas realistas estaban cerca de Yala (15 kilómetros al noroeste de Jujuy).

El 24 de agosto, las fuerzas de Pío Tristán invadieron Jujuy. Se encontraron con una ciudad desierta y desmantelada. El espanto que causó en el jefe realista la imagen de tristeza de aquellas calles otrora animadas quedó reflejada en la carta enviada al teniente general José Manuel de Goyeneche en la que escribió: “Belgrano es imperdonable” y calificó de “impío” el bando por él firmado.

Belgrano se reunió con la población y su ejército a la altura de Monterrico (30 km al sur de la ciudad de Jujuy) y desde allí continuó hasta el Río Juramento (ya en la provincia de Salta), donde descansaron.

Del éxodo participaron unos 1.900 jujeños, acompañados por refugiados procedentes de Tarija y Chichas (actual Estado Plurinacional de Bolivia). La población efectuó un largo trayecto de 360 km hasta Tucumán (paralelo a la actual Ruta Nacional 34, denominada Ruta Nacional General Martín Miguel de Güemes). Marcharon sobre la escarcha y el aguanieve propias de la época invernal, en jornadas de hasta 50 km diarios, el quíntuple de lo habitual.

Sólo los últimos días de agosto, Belgrano pudo restablecer la comunicación plena con su retaguardia, y se informó acerca de la incesante acción ofensiva del enemigo. Ante ello, tomó la atinada decisión de reforzar su retaguardia con infantería y artillería, decisión que le permitió obtener, el 3 de septiembre, la motivadora victoria del Combate del Río de las Piedras (80 kilómetros al sur de la ciudad de Salta).

Con este nuevo escenario, el 9 de septiembre de 1812, el éxodo alcanzó la localidad de Burruyacú (actualmente, un departamento ubicado en la región noreste de la provincia de Tucumán) y estableció un campamento en la Encrucijada, un paraje a 36 km de la ciudad de Tucumán.

Durante la marcha del éxodo, el general Belgrano adelantó, a la ciudad de San Miguel de Tucumán, al teniente coronel Juan Ramón Balcarce, para dar cumplimiento a lo dispuesto por el Triunvirato, y para imponerlos acerca de la gravedad de la situación que se vivía. Recordemos que la ciudad de Tucumán había tomado, desde el inicio, una postura política muy definida a favor de la Revolución de Mayo y, por ende, la represalia realista sería muy cruenta.

Bernabé Aráoz, uno de los ciudadanos más prestigiosos de la ciudad y futuro primer gobernador de la Provincia, solicitó una reunión. El general Belgrano recibió a la Comisión Tucumana en su campamento y, luego de los saludos protocolares, les expresó que una revolución se hacía con hombres, con pertrechos (logística) y con dinero. Bernabé Aráoz, firme, le respondió: “General, de cada cosa que Usted pida tendrá el doble, pero, con la misma decisión le proponemos que la retirada de su Ejército termine en Tucumán”.

Esto fue el último fundamento que la conciencia de Belgrano necesitaba para modificar una orden a todas luces deshonrosa. La respuesta no se hizo esperar y, por fin, el día 12 de septiembre de 1812, en las riberas del río Salí, comunicó al pueblo tucumano que el Ejército Expedicionario iba a presentar batalla.

Esta valerosa decisión fue coronada con las victorias obtenidas en la asombrosa Batalla de Tucumán (24 de septiembre de 1812) y en la estratégica Batalla de Salta (20 de febrero de 1813).

Las batallas de Tucumán y Salta significaron también la finalización del Éxodo Jujeño. Después de casi 7 meses de exilio, el pueblo jujeño inició el retorno a su amada ciudad y, el 4 de marzo de 1813, comenzó a sesionar el nuevo Cabildo en Jujuy.

El Éxodo Jujeño de 1812 no fue el único, sino el primero. Según los registros obrantes en el Archivo Capitular de Jujuy, se contabilizaron, entre 1812 y 1817, un total de cinco. Entre ellos, hubo uno denominado el “Éxodo de las Mujeres y los Niños”, porque los hombres estaban comprometidos con la Guerra de la Independencia del Alto Perú.

Sin embargo, el éxodo no fue el único aporte norteño. Durante los quince años que duró la Guerra de la Independencia en el Alto Perú y en la Intendencia de Salta del Tucumán y Jujuy, se resistieron y rechazaron 12 invasiones; se contabilizaron 236 batallas, combates y acciones militares, cuyas consecuencias fueron desastrosas: la población quedó sensiblemente diezmada y su economía devastada, y, desde el punto de vista humano y social, lo más lamentable fueron las familias desgarradas. Tal fue la contribución a la extraordinaria epopeya con que los pueblos norteños honraron la causa de la libertad y la independencia de nuestra patria naciente.


 


 

Carlos Marturetflecha Autor: CARLOS MARTURET General veterano de la Guerra de Malvinas (retirado), licenciado en Estrategia y Organización, miembro de número del Instituto Argentino de Historia Militar.

flecha Fuente: Instituto Argentino de Historia Militar.







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